Por la calle de Corregidora corría la acequia más grande la ciudad. Por esa memoria de agua perdida y convertida en fango caminó Ignacio Zaragoza con la orden suprema de combatir a los franceses. La década de los años sesenta del siglo XIX había empezado para México envuelta en presagios funestos. Zaragoza abandonó la casa que habitaba y viajó rumbo a Puebla. El 19 de abril de 1862 se oyeron los primeros disparos, la invasión francesa y la guerra habían comenzado. En Córdoba, los soldados franceses se prepararon para marchar sobre la capital; el ejército mexicano, bajo el mando de Zaragoza, se situó en las Cumbres de Acultzingo para detener la ofensiva. Los franceses traspasaron las filas mexicanas y llegaron a San Agustín del Palmar. Zaragoza reconcentró sus fuerzas en Puebla, donde el 5 de mayo de 1862 ocurrió el combate en el que el Ejército republicano venció a los soldados de Napoleón III. Las órdenes del general Zaragoza fueron éstas: Miguel Negrete atacaba por la izquierda, Felipe Berriozabal por la derecha y Porfirio Díaz a un lado del general. El momento culminante, sin embargo, ocurrió poco más tarde, y cuando las tropas liberales más necesitaron del talento militar de Zaragoza, el general enfermó y murió.
Edificio donde vivió el general Ignacio Zaragoza
Corregidora número 23
En este edificio vivía el general Ignacio Zaragoza cuando partió
a la campaña contra los franceses en el año de 1862.
