Eran muchos los periódicos y muy pocos los que los leían; mucho menos los que leían libros. La sociedad porfiriana estaba aún lejos de la cultura escrita. En 1900, apenas dieciocho por ciento de los mayores de diez años podía leer, lo que no necesariamente significaba que leía. Estos datos los proporciona Luis González en su ensayo El liberalismo triunfante.
Las dos imágenes finales del periodismo mexicano del XIX suceden en el XX; son estampas de violencia y desesperación. Una de las terminales recoge los pasos de un terco, infatigable anarquista, es la sombra de Ricardo Flores Magón iniciando en 1904 la segunda época de Regeneración. El semanario alcanzó una fuerza que su propio creador nunca imaginó. En Saint Louis Missouri, el diario llegó a imprimir treinta mil ejemplares de los que una parte considerable circulaba clandestinamente en México. Flores Magón fue capturado y el periódico suprimido. La otra imagen cabe en dos palabras: incertidumbre y rebelión; El Imparcial, que durante años simbolizó la prensa moderna, producto del progreso industrial porfiriano, fue arrasado por las tropas zapatistas en 1912; otra parte del edificio porfiriano que se caía a pedazos.