Manuel Gutiérrez Nájera, el Duque Job, escribió todos los días de su vida a partir de los dieciséis años en los diarios que se publicaban en la Ciudad de México. La Libertad, El Partido Liberal, El Universal publicaron sus crónicas, retrato indispensable de la ciudad de los últimos veinte años del siglo XIX y fresco de la alta sociedad porfiriana, de su moral, de sus ilusiones parisinas. Nada escapó a su mirada: las calles, los teatros, los cafés, la noche y el día. Logró hacer de la crónica pequeñas piezas de prosa perfecta.
Sus poemas fueron publicados póstumamente por Justo Sierra en 1896. La crítica lo ubica como uno de los iniciadores del modernismo. En 1884 escribió «La duquesa Job»:
En dulce charla de sobremesa,
Mientras devoro fresa tras fresa
Y abajo ronca tu perro Bob,
Te haré el retrato de la duquesa
Que adora a veces el Duque Job
[…]
Desde las puertas de La Sorpresa
Hasta la esquina del Jockey Club,
No hay española, yanqui o francesa,
Ni más bonita, ni más traviesa
Que la duquesa del Duque Job.
(Fragmento)