1874 era un mal año para abrir una cantina. Sebastián Lerdo de Tejada había puesto en vigor las Leyes de Reforma y el país ardía. Aunque en el edificio de la antigua universidad se celebraban cada lunes las reuniones literarias del Liceo Hidalgo —a las que acudían Ignacio Manuel Altamirano, Antonio García Cubas, Ignacio Ramírez y Manuel Rivera Cambas—, la polarización que la Reforma había desatado, y los rumores de revoluciones inminentes, hicieron que la gente dejara de asistir a sitios públicos.
Ese año, sin embargo, se inauguró El Gallo de Oro. Ubicada frente a la plazoleta del Colegio de Niñas, la cantina atrajo a los eternos conversadores de la plazoleta. Se afirma que la flexibilidad de sus horarios la volvió muy pronto sitio favorito de trasnochadores.
La cantina se hallaba en lo que sería el corazón del centro financiero de México. La cercaban el Banco de Comercio, el Banco de Londres y México, la Bolsa de Valores y Nacional Financiera. Era el sitio idóneo para «la copa de la una».
Tras el cierre inopinado de El Nivel —que en 1872 recibió la licencia de funcionamiento número uno—, El Gallo de Oro pasó a convertirse en la cantina más antigua de la urbe. Se sabe que en los años del exilio español, el lugar fue tomado por un grupo de intelectuales en el que descollaba el poeta Pedro Garfias (que «acabó refugiándose en el periodismo y en el alcohol»).
A El Gallo de Oro acudía años más tarde el Estrangulador de Tacuba, Goyo Cárdenas, que entre repetidos tragos de vodka recordaba sus años en Lecumberri.
Los pepitos creados por Longino Vilchis y los elegantes gabinetes en forma de herradura constituyen algunos de los atractivos de esta cantina próxima a cumplir 150 años.
no son más viejas la peninsular y la ópera? Del mismo modo, falta señalarlas en esta lista, junto con la casa de los azulejos
La cantina sigue funcionando? En algún lado oí que ya estaba cerrada.