La nueva ciudad que reconstruían Cortés y sus conquistadores se levantaba entre las acequias. Cada una tenía pequeños puentes para cruzarlas, de ahí que abunden en las calles de esa ciudad los nombres con la palabra puente. Así explicó esas calles Bernal Díaz del Castillo:
Son las calles de ella —de la ciudad de Tenochtitlán— digo las principales muy anchas y muy derechas y algunas destas y todas las demás son la mitad de tierra y por la otra mitad de agua, por la cual andan en sus canoas, y todas las calles de trecho en trecho están abiertas por donde atraviesa el agua de las unas a la otra e en todas estas aberturas, que algunas son muy anchas, hay sus puertas de muy anchas vigas juntas y recias y bien labradas y tales que por ellas que por muchas de ellas pueden pasar diez de a caballo juntos a la par.
La gran Calle de las Canoas corría a un costado de Palacio Nacional, en Puente de la Leñas y terminaba en Hospital Real, hoy Corregidora y Eje Central. Era un largo canal por el cual navegaban las canoas con flores, legumbres y pescado que se vendían en la plaza mayor.